lunes, 22 de junio de 2009

MASA


Como cada fin de mes, Mauricio arrellanó sus posaderas en una de las bancas de su bar preferido y pidió la primera ronda.

Junto a él, sus amigos de profesión, trabajo y reventones celebraron su rápida iniciativa con un par de palmadas en el hombro, al tiempo que comentaban lo buena que está la mesera.

Las luces opacas dejaban ver a duras penas el recinto, que derramaba cumbia por sus cuatro esquinas. Las paredes brillantes estaban decoradas con afiches de mujeres-lomo. Más abajo, salpicaduras de cerveza y escupitajos resecos formaban una especie de zócalo a lo largo de todo el salón.

El bar estaba lleno, como en todo día de pago. Mauricio abrió su billetera y trató de adivinar cuántas cajas podrían alcanzarle con su sueldo intacto. Luego sonrío: las suficientes para intoxicarse hasta morir.

Tras la primera ronda llegaron otras y luego más. La algarabía de los amigos crecía a la par de su desvergüenza y procacidad. Juntos se lamentaban de las injusticias de la vida y las malas hembras que les habían tocado por mujeres. Se sentían incomprendidos.

A las dos horas llegó el hijo menor de Mauricio, de siete años. Le rogó que volviera a casa porque era vísperas del día del padre y en la actuación de su escuela había preparado un número de poesía para él.

Pero el borracho ¡ay! siguió chupando.

Poco después apareció su hija, la mayor, que en un tono más serio le imploró que regresara a casa antes de que termine tirado en la pista bebiendo su propio vómito, como siempre.

Pero el borracho ¡ay! siguió chupando.

Luego apareció la esposa, y con los ojos en lágrimas, le suplicó que no se gastara todo el sueldo en el bar recordándole las cuentas por pagar y las carencias que tienen que sufrir sus hijos por su beodez.

Pero el borracho ¡ay! siguió chupando.

Finalmente llegó su suegra, una vieja de abundantes carnes y manos de abanico. Sin mediar palabra se acercó a él y le dio un sopetón en la nuca que casi le hace mascar el vaso. Le cantó en un par de líneas toda su vida y le advirtió que si quería quedarse, era su problema, pero la billetera con el sueldo regresaban a casa con su hija en ese instante.

Entonces todos los hombres de la mesa le rodearon, les vio el borracho triste, emocionado, se incorporó lentamente, abrazó a su mujer y echóse a andar.

6 comentarios:

  1. jajjaja "pero el borracho, hay siguio chupando", jajajaja, me hiciste reir, jajajaja, muy bueno! no sera tu historia!?


    abrazos mi estimado, ya no te dejas ver

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  2. A ver cuándo. Recuerda que me debes un tour guiado por el musmuki y sus recovecos.

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  3. Tienes un buen estilo amigo

    una mezcla de poema con literatura

    Felicitaciones, y a seguir mejorando

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  4. y échose a caminar

    MASA de Cesar Vallejo?
    xq lleva ese nombre? je

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  5. Al fin!!! La observación que esperaba. Sí, es un burdo homenaje al viejo Vallejo.

    Saludillos.

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  6. Martín, excelente relato. Los borrachos y sus excesos , son elementos literarios notables, aunque en la vida real muchas veces es deplorable su actuar.

    Saludos, Martín.

    http://blogdeltiempoqueseva.blogspot.com

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