domingo, 26 de abril de 2009

YO TERMINÉ LA UNIVERSIDAD (lero - lero)


-¿Qué es él?
-Un hombre, por supuesto.
-Sí, pero ¿qué hace?
-Vive y es un hombre.
-¡Oh, por supuesto! Pero debe trabajar. Tiene que tener una ocupación de alguna especie.
-¿Por qué?
-Porque obviamente no pertenece a las clases acomodadas.
-No lo sé. Pero tiene mucho tiempo. Y hace unas sillas muy bonitas.
-¡Ahí está entonces! Es ebanista.
-¡No, no!
-En todo caso, carpintero y ensamblador.
-No, en absoluto.
-Pero si tú lo dijiste.
-¿Qué dije yo?
-Que hacía sillas y que era carpintero y ebanista.
-Yo dije que hacía sillas pero no dije que fuera carpintero.
-Muy bien, entonces es un aficionado.
-¡Quizá! ¿Dirías tú que un tordo es un flautista profesional o un aficionado?
-Yo diría que es un pájaro simplemente.
-Y yo digo que es sólo un hombre.
-¡Está bien! Siempre te ha gustado hacer juegos de palabras.

- H.D. Lawrence -


Un título!!! Un título!!! Tengo un título!!! Ahora puedo decir que soy alguien. Ahora, cuando la sociedad ha hablado "a nombre de la Nación" y me ha llamado "Licenciado en Administración" puedo decir, al fin, que mi existencia tiene sentido.

Este es el día más feliz de mi vida. Gracias a mi madre por apoyarme, gracias a mi padre por decir que soy un bueno para nada (eso me alentó mucho). Gracias a mi perro Tobi que esperaba en la puerta a que llegara de clases todas las noches. Gracias a las excelentes e innumerables universidades con las que cuenta el Perú, que me han permitido escoger la más barata. Oh señores empresarios de la educación ¿qué harían los jóvenes desamparados de mi patria si no fuera por ustedes?

¿Por qué me miras así? Apuesto a que estás envidioso. Claro, seguro no eres nada, como dice mamá, o no has estudiado nada, que es lo mismo. O peor, tal vez estudiaste en un Instituto. No me mires por favor, no mereces ni eso. Sabes que no es igual. ¿Que tu instituto es uno de los mejores? ¿And? ¿Que el SENATI tiene mejores convenios laborales que la Universidad Particular de Cabo Suelto? ¿So what? ¿Que SENCICO tiene infraestructura más moderna? Por favor... Instituto aunque se vista de seda, instituto se queda.

¡Pregúntaselo a cualquiera! Di que estudias en un instituto y un padre no querrá que te acerques a su hija. Di que estás en la universidad, aunque sea en un corralón de dos por tres a punto de venirse abajo, y te tratarán como una luminaria.

Lo primero que haré será colgarlo en un marco de plata y ponerlo en la sala, tal vez arriba del televisor, así será inevitable que se fijen en él. Ya imagino la cara de mi tía cuando lo vea. ¿Y cuándo egresa Juanito? repetía cada vez que se encontraba con mi madre. Ahora pues, vieja oxigenada.

No extraño para nada mi universidad. Ya me tenían podrido sus salones sin enlucir, sus carpetas apolilladas y sus profesores mediocres. Me reventaba que sean puntuales para cobrar la pensión, que adelantaran cada ciclo el calendario de pagos, que inventaran cada vez nuevas formas de esquilmarnos; pero que no sean capaces de comprar por lo menos un buen proyector, o colocar ventanas en los salones para que la lluvia no nos deje como pollitos ahogados. En fin, ya estoy fuera de ese antro y lo único que importa es este pedazo de cartón precioso que tengo en mis manos. ¡Que viva el Perú!

Ahora buscaré un trabajo. Me mandaré a hacer unas tarjetas que digan bien grande: Lic. Juanito Labarte Amasifuen - Administrador de Empresas. No, Juanito no. Ahora soy Juan. Es cierto que no sé mucho de administrar empresas, mi paso por la universidad me ha dejado tan ignorante como cuando entré, y algunas cosas que me enseñaron están bien desfasadas. Nunca tuve vocación para esto y más bien me hubiera gustado vivir en el campo ¡pero qué importa! Este cartoncillo perfumado dice que puedo ganar más de dos mil quinientos soles al mes, según la escala remunerativa de la empresa privada.

Ahora saldré a la calle con más aplomo. Ya nadie podrá decirme ignorante. Podré opinar en las reuniones familiares y me escucharán como si fuera un pontífice. Si escribo un libro pondré en la contra-carátula "Juan Labarte estudió Administración en la universidad", aunque el libro trate de sexo. Y a donde sea que la vida me lleve me presentaré como licenciado, porque eso es lo que soy: LICENCIADO.

Hoy tuve mi primera entrevista laboral. ¿Por qué tanta gente, por Dios? No pensé que los administradores egresados de universidad fueran tantos. En fin. No creo que me haya ido mal. ¿La Universidad Particular de Cabo Suelto? - preguntó el jefe de personal - ¿Cuál de ellas? - La única, pues - ¿Dónde queda? - ¿Cómo que dónde queda? Pues ahí, al costado de la carretera, entre dos trapiches y una chingana.

Caray. Ya van tres meses y no consigo empleo. ¿Será que estoy buscando en los lugares equivocados? En la universidad me dijeron que ésta es una carrera de gran proyección, muy flexible y que te permite desempeñarte en diversas áreas de la actividad productiva. ¿Acaso estaban mintiendo? No lo creo. Mis compañeros tampoco consiguen empleo. Debe ser la crisis internacional. Por lo pronto tendré que posponer mi boda con Mariana, y mi maestría también. Mientras tanto, mi querida alma mater va arrojando profesionales a chorros a nuestro siempre bien aspectado mercado laboral ¡Adelante, muchachos, que el mundo es suyo!

Al fin, un trabajo. Bueno, más bien un cachuelo. Quinientos al mes no es mucho, pero ofrecieron promoverme a medida que la situación de la empresa mejore. Cualquier cosa es preferible a seguir repartiendo currículos otro año más. Al menos estoy mejor que muchos de mis compañeros egresados. Ayer vi a Rony trabajando de acomodador en el supermercado. Me dio un poco de pena, pero a pesar de todo destaca entre sus compañeros de trabajo por su porte, su lenguaje y sus ideas claras. Es lógico, pensé, él tiene un título y ellos no. ¡Jamás podrán ningunearlo!

Bueno, la promoción laboral nunca llegó, pero tampoco estoy en condiciones de renunciar. Ya tengo un hijo y Mariana no puede atender la bodega porque fue cesareada. Pobre, aún espera casarse de blanco. Estoy agradecido de seguir trabajando para mi empresa. La otra vez anunciaron recorte de personal, y todos los que queríamos conservar el puesto tuvimos que dedicarnos otros rubros. A mí me tocó la venta a domicilio. Ofrecía unas enciclopedias de puerta en puerta. Muchos no aguantaron el ritmo y renunciaron, pero Mariana estaba embarazada y no podía desampararla. Al principio la gente que me abría sus puertas me miraba desconfiada y con desprecio, pero cuando les decía que era Licenciado en Administración sus rostros se iluminaban, creo que de pena. Me da igual, si al final compran algo.

Ahora la estamos pasando mal. Me despidieron. Contrataron a unos cuadros técnicos para que se ocupen de tareas específicas. Además, no me ascendieron a jefe de cuadro por no tener maestría. ¿Pero cómo iba a pagar una maestría con quinientos soles al mes y una familia constituida? En fin, ya tuve mucho tiempo para recriminaciones. Felizmente la bodeguita no iba tan mal. La estoy implementando y creo que podremos salir a flote. Juancito ya tiene seis años y necesita entrar al colegio.

Mis vecinos han sido muy amables. A pesar de la competencia siempre prefieren consumir en mi bodega. Creo que me tratan con un respeto más acendrado que al resto. No es para menos. Puedo responder a sus preguntas y resolver sus conflictos con elocuencia y educación. ¡Estudié en la unversidad!

Los años pasan arando surcos en mi piel. Tengo cuarenta. Mariana aún es mi conviviente y Juancito es todo un hombre que acaba de terminar el colegio. Hoy me ha dicho que no quiere estudiar en la universidad y que quiere ser mecánico porque se estudia poco y se gana más. No puedo negar que tiene habilidades para eso. Mariana, quizá resentida por no poder darle la boda que le prometí, está de acuerdo en que sea lo que quiere ser. Yo he tratado de convencerle que la universidad es lo mejor para llegar alto en esta vida, pero su mirada de desconcierto me ha hecho sentir un hipócrita. No eres nada sin un título, hijo - y le señalo una vez más mi amarillento cartón enmarcado en plata ennegrecida que nos mira desde arriba del televisor. Mariana, furiosa, se interpone entre los dos y me grita ¿pero qué cosa te ha dado el título que no te haya dado nuestra bodega? ¿Plata?

No, prestigio - respondo en voz bajita - Es todo lo que necesitamos. Ahora limpia un poco la casa que hoy vendrán los de Carsa a llevarse la tele.

domingo, 19 de abril de 2009

YO QUERÍA SER LINDO


Allí estaba Ramón, con el cabello engominado y los ojos de rábano, tratando de acomodar sus pantalones holgados. Un poema escrito en una mano y un ramo de rosas feas en la otra. Así estaba Ramón, clavado como un arpón, frente a la puerta de Azucena.

Azucena en su cuarto, desnuda y tranquila, con las ventanas abiertas para sentir el fresco, hojeaba una revista de modas soñando con aparecer en ellas alguna vez. Toc, toc, te buscan hija. ¿Quién? Un tal Ramón. Ay dile que no estoy. No puedo, tu papá ya lo hizo pasar. Viejo de mierda.

Ahora Ramón está sentado en el sofá, con las manos en las rodillas y la columna recta, tratando de dar su mejor impresión al viejo de mierda, que a pesar de todo no deja de mirarlo como si fuera una especie recién descubierta. ¿Así que, estudias con mi Azucena? Sí señor. ¿Y eres buen estudiante? El mejor de mi clase, señor. ¿Y a dónde la vas a llevar? Al cine, señor. Pórtate bien, y no la traigas muy tarde.

El padre se levanta, va a la cocina y encuentra a su mujer preparando té. ¿Quién es ése idiota? -le pregunta- pensé que saldría con Kevin. Ella encoge los hombros y sale con la fuente de galletas. Sírvete, Ramón, en un momento baja la Zezé.

Azucena se baña tranquila, revisando cada una de las horquillas de su cabello, tarareando todo el disco de Beyoncé. Se prueba unas quince blusas antes de decidirse por la más escotada. Se pone siete pantalones antes de elegir el más ajustado. Se calza sólo una vez, porque tiene por estrenar unos zapatos divinos. Mira su reloj y piensa que dos horas son suficientes para que una chica bella como ella se haga esperar. Apaga la luz de su cuarto y cierra la puerta haciendo el mayor ruido posible. Sabe que eso aceleraría el corazón de Ramón.

Ya para entonces, el pretendiente se había deshidratado a chorros. Nervioso y con todos los temas de conversación agotados, hacía cuarenta minutos que permanecía en silencio, dejando que el ruido del televisor sea el único nexo entre los padres de Azucena y él.

Cuando la joven apareció bajando la escalera, Ramón se puso de pie. Se acomodó las gafas de lupa, pasó revista a sus cabellos engominados, le mostró las flores y le regaló una sonrisa que por sí misma causaba risa. ¿Cómo estás, Azucena? Bien -dijo casi sin mirarlo- vámonos ya que se hace tarde.

Salieron. Ya en la calle, Ramón se detuvo y miró la palma de su mano. Su poema estaba convertido en una mancha azulada que había manchado su rodilla también. Azucena, que se había adelantado unos pasos, se volvió y preguntó ¿Qué pasa? Nada, es sólo que, quería que sepas que me agrada estar contigo. Ah ya. A mí también. No quiero ir al cine, Ramón, llévame a bailar. Pero, tú querías ver esa película. Bah, la podemos ver otro día, vamos, no seas malito ¿sí? ¿Acaso no me quieres?

Sin saber cómo, Ramón se encuentra en un motocarro con Azucena dirigiéndose al Noa. Él la rodea con sus brazos, ella se aparta diciendo que su cabello está demasiado pegajoso, pero le toma la mano. Él pone la otra mano sobre ella y pregunta: ¿Le has dicho a tus padres que somos enamorados? Claro que sí ¿cómo crees que les voy a mentir?

Llegaron. Él pagó las entradas e ingresaron a la disco que reventaba de gente. Ramón nunca había estado en una. Al interior se sentía extraño e inmediatamente se quedó sordo. Azucena iba delante, abriéndose paso como una flecha que rasga el viento. Ramón iba rezagándose, hasta que la perdió en una ola de cuerpos que se retorcían golpeándose como si fuera una bacanal. Se llamaba baile.

Entonces se dio vuelta y subió a la terraza. Las luces vertiginosas y coloridas le provocaban mareos. Casi a arcadas, se aferró a una de las barandas y trató de ubicar a Azucena con la mirada, tal vez pensando que ella esté preocupada por él. Cuando la divisó, estaba bailando con alguien más. No podía notar quién, pero sus movimientos eran tan desinhibidos que le hacían pensar si no lo estaba tomando por estúpido. Como todo un novato, esperó a que la música terminara para que la gente se siente y así poder llegar a ella. En vano esperó casi una hora. Cuando se convenció que era interminable, decidió abrirse paso.

Despacio, pero firme, iba perforando a la multitud como un abrelatas. Azucena bailaba con el chico sin descansar. Cuando la alcanzó, se puso entre ella y el joven y le preguntó porqué se había alejado así de él.

Ah! Es que no sabía donde estabas. Ven, te presento a Kevin. Kevin, él es Ramón. El joven levantó la cabeza y se retiró.

Lo sospechó desde un principio. Kevin era más apuesto. Azucena se acercó y le pidió bailar. Al escuchar aquel verbo, sintió que sus articulaciones se petrificaban. Ella le tomó de las manos y trató de acomodarse a su ritmo, pero era como seguir a un electrocutado. A cada instante la atropellaba y en no pocas ocasiones le propinó un pisotón que la hizo maldecirle por echar a perder sus zapatos recién estrenados. Ramón, entre avergonzado y confundido, le rogó que salieran de allí.

Esta bien, pero cómprame una cerveza. Ramón sacó su billetera y le dio dinero. No se atrevía ni siquiera a caminar hasta la barra. Azucena cogió el billete y desapareció con la facilidad de un espíritu que atraviesa las paredes.

En vano esperó a que regresara por él. Nuevamente, Azucena estaba voluntariamente perdida. Dispuesto a no recibir más ofensas, se dirigió a la barra y la encontró sentada al lado de Kevin, llegando justo a tiempo para ver cómo se fundían en un beso que más parecía una mutua antropofagia. Esta vez fue demasiado. La sangre se le subió a la cabeza y empujó a Kevin tan fuerte que lo arrojó al piso, ante la mirada de todos. Ella es mía -atinó a decir- ante la sorpresa de Azucena que no se creía de nadie en particular. El joven se levantó y, de forma patética, trató de hacer lo mismo.

Qué te pasa enano hijo de puta -dijo Kevin- ella está conmigo huevón. ¿Qué crees? ¿que Azucena está enamorada de ti? Sólo te usa para mantener nuestra relación en secreto. Abre los ojos y cómprate un espejo, deforme de mierda.

Entonces miró a su alrededor y luego se miró a si mismo. Su nariz de loro, su sonrisa que da risa, sus pantalones holgados, su camisa ajustada de leñador que delataba su prominente abdomen, sus zapatillas blancas, su peinado tipo escuadra, sus gafas como rebanadas de vidrio, no encajaban en aquel salón. Miró a Azucena, que se había puesto al lado de Kevin, y le preguntó, casi sin esperanzas, si lo que había dicho era verdad. La chica bella, que sólo pensaba en deshacerse de aquel engendro, sólo pudo asentir, sin atreverse a mirar.

Ahora Ramón está sentado en la plaza de Armas. Son las tres de la mañana, e inútilmante va inventando finales felices para la historia de hoy. Azucena se aparece llorando y le pide perdón. O tal vez aparece golpeada por Kevin, dándose cuenta que era un hombre que no valía la pena y prefiriéndolo a él. O quizá la llama al celular para decirle que venga pronto a rescatarla de los brazos de un malhechor. O tal vez la han dejado abandonada y necesita que la lleven a casa. Pero hasta ahora, sólo un par de putas le han ofrecido sus servicios.

Casi a las cuatro, la silueta de Azucena recorta la luz de los faroles. Camina rápida, pero zigzagueante. Se sienta junto a él y lo abraza, él se siente en las nubes. Lo besa, él se siente en las estrellas. Se retiran a un hotel y hacen el amor toda la noche. Él no puede dejar de poseerla de mil formas. Azucena, Azucena. Yo no soy azucena, soy Dámaris, papi. Te vas a llamar como a mí se me de la gana, puta de mierda. Ven Azucena, quiero que gimas. Soy Dámaris. ¡¡Que te llamas Azucena, carajo!! Ahora dime perdóname por lo que te hice, Ramón, te amo, eres mi hombre ¡¡Repítelo!! ¡¡Repítelo o te doy por el culo!!

Y la puta no obedecía, porque Ramón no dejaba de mirarla con esa sonrisa, esa sonrisa que de por sí causaba risa.

viernes, 10 de abril de 2009

LO MÁS NORMAL DEL MUNDO


-¿Qué te pasa, corazón? ¿Quieres esa muñequita?
- Sí.
-Toma ¿Te gusta?
- Sí.
-Puedes quedártela ¿Cuántos años tienes?
-Ocho.
-¿Y cómo te llamas?
-Sandra
- Ah qué bonito. ¿Y te gusta mucho jugar?
- Sí.
- ¿A qué te gusta jugar?
- Estee... a la casita.
-¿A la casita?
- Sí.
- Y dime ¿Quieres mucho a tu papá y a tu mamá?
- Sí.
- ¿Cuánto los quieres?
- Mmmm... un montón.
- Ah ¿un montón así? (une las palmas) ¿o así? (estira los brazos)
- Así (la niña se estira hacia arriba y sonríe).
- ¿Y dónde están tus papitos?
- En el monte.
- Ah, en el monte ¿y con quién vives?
- Con mi tía.
- ¿Y le haces caso a tu tía?
- Si... sino me pega.
- ¿Cómo te pega?
- Con su shinela.
- Ah, con su sandalia.
- Sí... y a veces con la correa.
- Seguro te portas mal.
- Sí... (la niña pasea la mirada) ¿Eres doctor?
- ¿Quién te dijo eso?
- Mi tía me dijo que eres doctor.
- ¿Así? ¿Y que más te dijo?
- Que me vas a revisar...
- ¿Y qué más?
- Que te haga caso.
- Así es, amor. Soy doctor. Vamos a sacarte la ropita ¿ya? No tengas miedo. ¿Quieres que me la saque yo primero?
- Mmm... sí. ¿Qué es eso?
- Es para revisarte mejor ¿entiendes?
- No quiero. No quiero. Es igual a lo que hace mi tío...
- Ven ya. No, corazón. No llores. No te va a doler. Vas a ver. Es lo más normal del mundo.

"El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia; esto es la esencia de la humanidad"
- William Shakespeare -

domingo, 5 de abril de 2009

MAMI, HE VUELTO


Casi dos semanas fuera de aquí, desconectado en uno de los más variopintos pueblos del norte, disfrutando del sonido del mar y las caricias de un sol bastante distinto al nuestro, me descuidaron de mis deberes de blogger. Durante ese tiempo no tuve ganas de entrara a la red, menos de postear. Pido disculpas a los cinco o seis incondicionales que suelen visitarme.

Como acabo de llegar hace unas horas, encontré mi casa patas arriba y sospecho que tampoco tendré tiempo para escribir un relato. Así que les dejaré algo que escribí hace años, cuando un amigo de la universidad, enterado de mis aficiones, me pidió que comentara en su hi5 uno de sus artículos, que versaba sobre el amor y la imposibilidad de encontrar a la persona adecuada. Su texto era el siguiente:

Mujer sin rostro. ¿Se puede hablar sobre a quién querer? ¿Cómo saber si la persona a quien quieres es la indicada? ¿Cómo saber si a quien dejas ir o desprecias es en realidad la persona adecuada para ti por toda la vida? Es difícil estar en un punto en que el horizonte es oscuro y la persona que amas no mira en tu dirección. Quizá ésa es la puta verdad sobre el amor; al final creo que es conformarse a que ese amor no llegue nunca. Parece que nadie quiere a quien lo quiere. Estoy cansado de no encontrar respuesta, estoy cansado de no saber dónde estás o quién eres en realidad. ¿Cuál es la verdad sobre el amor? No quiero conformarme con no tenerte ¿o es que debo dejarte ir?... ¡Oh mujer sin rostro, cuándo llegarás!

Un poquitín desesperado mi amigo no? La verdad es que la estaba pasando mal. Era uno de esos días en que te levantas odiando al mundo. Esto fue lo que le respondí, vía e-mail:

Bueno Raúl, no te pude dejar un comentario en el hi5 porque hay que estar registrado para hacerlo, así que te lo dejo aquí. ¿Te hablé alguna vez de Nietzsche? El también estaba obsesionado por hallar una explicación a la manera en que el hombre entiende el amor.

¿Por qué el hombre moderno idealiza tanto el amor, hasta convertirlo en el más sublime de los sentimientos? Como todo buen pesimista, pensaba que el amor sólo era un conjunto de manifestaciones externas, reproducidas en un primer momento por la pasión, la atracción física, y luego por la costumbre. En un memorable párrafo de su libro 'Humano, demasiado humano' dice que no podemos prometer sentimientos, simplemente acciones. Cuando yo le digo a alguien 'te amaré toda la vida', lo que le estoy diciendo en realidad es: realizaré todas las acciones externas ligadas a la manifestación del amor (el beso en la mañana, el sexo de la tarde, el trato amable, la conversación cordial, el respeto), y aún cuando deje de amarte, continuarás recibiendo de mí las mismas atenciones en vista del compromiso asumido (el matrimonio, por ejemplo). De manera que, aunque el amor se haya acabado, la ilusión de su existencia perdurará a través de las acciones cotidianas que realizamos, aunque éstas ya no obedezcan a aquel sentimiento, sino a algo más práctico (la buena costumbre, el hogar constituido, la casa comprada, los hijos ¿quién se arriesgaría a dejar todo eso y empezar de nuevo?) Muchos hombres lo hacen, dirás tu. Pero te diré que no es cierto. La infidelidad masculina en esta ciudad (y probablemente en todas), no consiste en dejar a una mujer por otra, sino en tenerlas a ambas a la vez, de manera que si pierden con la joven amante, tienen un piso seguro donde caer. Como ves, no arriesgan nada.

Dos de tus preguntas son: ¿Se puede hablar sobre a quién querer? ¿Cómo saber si la persona a quien quieres es la indicada? ¿Cómo saber si a quien dejas ir o desprecias es en realidad la persona adecuada para ti por toda la vida?

Respuesta: No hay manera de saberlo. Y todas las recetas que escuches o leas en las novelas o poemas, en la tele o en la red, de nada servirán, porque cada ser humano es distinto y cada uno tiene sus propias carencias. Sí, mi amigo: llamamos verdadero amor a alguien que llena nuestras carencias, que suple nuestras miserias, que nos hace mejor persona de lo que somos, y esta definición, lejos de ensalzar al amor, lo convierte en el más egoísta de los sentimientos.

Un pequeño ejemplo, y para no andar citando el amor de viejos, tomemos el amor adolescente:

Un joven dice estar enamorado de su compañera de clases, una chica linda, juguetona y extrovertida. Cada noche se la imagina en sus brazos, escribe poemas, sueña con sus besos, etc. No hace otra cosa que hablar de lo maravilloso que es estar enamorado. Muy pronto se hace amigo de ella y un buen día le dice que quiere ser su media naranja. Ella lo acepta, si bien es cierto que con algún recelo. Entonces, desde el primer día empieza a tratar de imponerse: si era extrovertida, que no lo sea tanto; si era cariñosa con sus amigos, que por favor lo respete; si va a fiestas, que la tiene que acompañar; y cada vez que la llama al celular, lo primero que pregunta es ¿dónde estás?.

¿Te suena conocido? El chico simplemente quería que ella dejase de prestar atención a los demás y se la prestara a él. A cambio, estaba dispuesto a hacer lo mismo. En otras palabras, sabía que sólo siendo su enamorado podía exigirle ciertas cosas (como por ejemplo, las caricias), y no paró hasta conseguirlo. Y es que con el compromiso viene la exigencia de derechos de exclusividad. Entonces ¿El amor es egoísta o no?

¿Te has dado cuenta que siempre es la persona 'mas enamorada' de la relación la que constantemente está exigiendo nuevos compromisos? Si son enamorados, te hablará de noviazgo, si son novios, te exigirá matrimonio, si son casados, te exigirá hijos, y así... la persona 'enamorada' siempre está presionando a la otra para asumir nuevos compromisos que 'fortalezcan' esa unión. Entonces ¿El amor es egoísta o no?

No creo que exista la persona 'indicada' para alguien. Es como pensar que todos nacemos con un propósito definido, y no es así. Somos accidentales. Si algunos de nuestros padres no se hubieran pasado de copas aquella noche de repente ni siquiera estaríamos aquí. Thomas Jefferson dijo alguna vez que 'la ley puede garantizar todos los derechos, pero no el derecho a la felicidad, sino a la búsqueda de ella'. No hay nadie esperándote en algún lugar del mundo, con la cerradura exacta para tu llave. Pero el sólo hecho de pensar que ese alguien existe es lo que nos lleva a intentar una y mil relaciones, probando todos los candados hasta abrir la puerta de la felicidad, y aunque nunca la encontremos, al final habremos aprendido tanto que aquello no importará.

Quizá esa es la puta verdad sobre el amor; al final creo que es conformarse a que ese amor no llegue nunca.

No es conformarse, Raúl. Es simplemente descubrir la verdad. Cuando el niño de 5 años se da cuenta que nunca podrá volar como Superman no se está conformando, está madurando. Crecer es duro. Probablemente estés atormentado porque los años pasan y aún no has encontrado a la persona adecuada, pero esa mujer sin rostro no es una, sino miles, y tampoco 'son', sino que 'están siendo'. Tú no las escoges ni ellas te escogen a ti. Y si algún día llegas a tener una relación duradera con alguien no será porque es la 'adecuada', sino porque tú la transformaste en eso tanto como ella te transformó a ti. Recuerda que todo es relativo, por lo tanto la perfección es sólo un sueño que nos sirve para vivir mejor y trazarnos metas. Sé que muchos te dirán que eres un aguafiestas por pensar así, y que estas ideas no tienen nada de romántico, pero no les hagas caso. Es mejor vivir sin esperanzas que ser esclavo de una falsa ilusión.

Ay Nietzsche, Nietzsche. Las cosas que he dicho en tu nombre. Las etiquetas que me he ganado por tratar de entenderte. Leer lo que uno escribió hace años es toda una terapia.

Qué bueno es volver a casa.

Los dejo con el primer capítulo del Túnel de Sábato. Que lo disfruten.