domingo, 10 de mayo de 2009

¿ DIA DE LA MADRE ?


Los días de la Madre son tan deprimentes. No lo digo porque haya perdido a la mía, sino por la campaña mediática que reciben. Si nuestra vida fuera gobernada por los medios, como de hecho lo está, debería sentirme el hijo más miserable del mundo por no haberle comprado un electrodoméstico, un calzado, o por haber permitido que cocine en vez de llevarla a un restaurante exclusivo.

De hecho, mientras escribo esto, en la radio del taller de mi padre canta Leo Dan su trillada canción, y en la tele veo a una mamá con cara de modelo, delgada y blanquísima, sonreír mostrando sus dientes perfectos al recibir una licuadora de manos de su hijo pecoso. Tal parece que los comerciantes saben exactamente cómo se siente una madre, y por lo tanto, lo que la hará saltar de felicidad.

Pero se equivocan, porque si las madres son tan buenas y sublimes, como de hecho lo son, no deberían esperar nada especial de sus hijos, que si han sido buenos con ellas todo el año, con seguir comportándose como siempre será suficiente. Eso lo comprobé cuando le compré un microondas el año pasado, ella lo devolvió a la tienda y me exigió que, antes de estar comprándole tonterías, pague mis deudas pendientes en la universidad. ¿No es adorable? Ya hace dos días nos llamó a mi hermano y a mí para exigirnos que no le comprásemos nada, porque se vienen tiempos difíciles y debemos ahorrar.

Prácticamente vivo con mi madre, la quiero mucho, confío en ella, nunca le falto el respeto ni me ha puesto un dedo encima. ¿Por qué debo hacer algo especial por ella precisamente hoy? ¿Para darle gusto a esos mercachifles del sentimiento ajeno, que manipulan nuestras emociones con una campaña vil y rastrera? ¿Qué saben ellos de lo que la hace feliz? Nunca le he dedicado un poema, desde niño no le regalo una flor, y cada vez que le voy a comprar algo no se lo doy en días como éste, sino cuando menos lo espera. Mi cariño es un sabotaje de lo establecido. Hoy me levanté, le di un abrazo y un beso y nos sentamos a tomar desayuno. Hablamos de todo, como siempre, dejándole en claro que aún la escucho, que aún es importante para mí y su opinión siempre dictará las acciones de mi vida. Luego recogimos la mesa y volvimos a nuestras ocupaciones. Ella estaba encantada porque iba a cocinar carne de cerdo con un frasco de aderezo raro que le regale hace un tiempo. Yo no voy a agasajarla cada vez que me lo diga el calendario, ni voy a disculparme dándole un televisor por los 364 días que la tuve en el olvido. La mejor prueba de lo que afirmo es el cementerio: acabo de pasar por ahí y está reventando de gente. ¿Dónde están esos hijos e hijas el resto del año? ¿Tienen que esperar este día para recordar lo canallas que han sido cuando sus madres vivían para que se vuelquen al camposanto a poner una flor al pie de una lápida fría y descuidada?

Las fechas nunca fueron importantes para mí. Son pretextos para focalizar nuestras atenciones en unos cuantos días, así lo entendió también Anna Jarvis, quien después de haber hecho una agresiva campaña en 1905 para que se reconociera el Día de la Madre, logró que el presidente norteamericano Woodrow Wilson la instituyera en el calendario. Lo que pocos saben, y lo que en aras de los buenos negocios se oculta, es que la propia Jarvis, al ver la manera en que se había comercializado la fecha, torciendo hasta el absurdo los principios que la inspiraban, presentó una demanda en 1923 para que se eliminara el Día de la Madre que tanto había ayudado a crear. Desgraciadamente ya era tarde. Los mercachifles gringos habían visto el potencial de la fecha e iniciaron campañas agresivas para que continuase su celebración. Jarvis incluso fue arrestada por impedir que se vendan claveles blancos en la fecha, claveles que ella había instituido como símbolos de la campaña y que se repartían gratuitamente. Murió completamente arrepentida de su obra.

El tema de los claveles es apenas una anécdota, comparada con lo que pasa hoy en día, en el que no solo se inventan artículos sino también sentimientos. A cambio de unos dólares puedes comprar el cariño de tu madre por un día, para luego refundirla en el asilo hasta el próximo año. Seguramente si Jarvis viviera, volvería morirse de puras náuseas.

Por eso me niego a celebrar el día de la Madre hoy. Me niego a sentirme miserable y tacaño por no regalarle nada. Me niego a que el almanaque me diga cuándo debo ser un buen hijo y los empresarios me digan cómo hacerla feliz. Me niego a torcer mi sana relación con ella para adaptarla a la "normalidad" que representan las novelas, las canciones idiotas y los comerciales basura. Me niego, en fin, a dejar de ser yo.

Maldita sea, sé que no soy un buen hijo y tengo mis errores, pero vamos, no hay nada más rico que hacer algo especial por ella en un día que no sea ni su cumpleaños ni el segundo domingo de Mayo. ¿Lo han intentado? Te sientes como un terrorista de la felicidad comercial.

Y bueno pues, para no desentonar con los que aún creen en la bondad de esta fecha: Feliz día a todas las mamaítas de Iquitos. Y salud a los buenos hijos que se emborracharán en su nombre.

1 comentario:

  1. Christian Rivera15 de mayo de 2009, 8:54

    Totalmente de acuerdo. No se necesita fijar un día en especial para demostrarles todo nuestro amor. En cuanto a los medios, es impresionante y a la vez indignante la manera cómo influyen en la gente en estas fechas.
    Saludos,
    Christian Rivera

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