domingo, 22 de febrero de 2009

FIN DEL CARNAVAL, TODO NORMAL


Lunes. Todos cansados. La pereza campea en el trabajo. Levanto mis ojos y miro el reloj. Apenas las nueve. El asiento de Rodríguez aún vacío. Guayabán hunde los hombros cuando le pregunto por el jefe. Tiene la mirada torva y enrojecida. Ayer se terminó el carnaval y trae la cara de un soldado después de mil batallas.

Meléndez se aplica un quitamanchas detrás de las orejas. Tinta de imprenta, me dice. ¿Ya salió? Nueve con diez y el jefe aun no aparece. Qué extraño. Tal vez se ahogó con un cabaciñazo. Reímos. Su metro y medio de estatura siempre fue blanco de nuestras bromas soterradas.

De pronto, la puerta de su oficina se abre y él aparece como un fantasma. Impecablemente vestido.

- Se levantó usted muy gracioso, Guayabán.

Guayabán ensaya una sonrisa vergonzosa, luego replica:

- Disculpe señor. No pensé que estaba aquí.

- Estoy aquí desde las seis. Escuchando cada una de sus estupideces. ¿Donde está Rodríguez?

Guayabán vuelve a hundir los hombros.

- Bien. Me voy al juzgado. Cuando venga dígale que más vale que se haya muerto su mamá. Cualquier otra excusa no le servirá para conservar su trabajo.

Cogió su portafolios y atravesó la sala muy despacio. Examinándonos con sus ojos porcinos. Obviamente ninguno podía ocultar la cara de trasnochados que traíamos.

Una vez afuera. Asomamos la cabeza por la ventana para ver a su Toyota salir del garaje. Respiramos tranquilos.

- Ese tío es un amargado. Le hace falta una mujer - grita Meléndez, sin dejar de mirarse en su espejito.

Teníamos cuatro largas horas por delante. Insoportables para nuestros cuerpos asolados por los excesos de ayer. La pregunta obligada esperaba ser dicha por cualquiera de nosotros. Una pregunta que desencadenaría una retahíla de anécdotas cotidianas, pero sazonadas. Debido a que no estaba de humor para contar nada, fui el primero en formularla.

- ¿Y? ¿Qué tal la pasaron ayer?

Meléndez carraspeó con solemnidad y empezó su perorata:

- Puta compadre no te imaginas. Estuve en la casa de mi ex hasta las seis de la mañana. Me pelié con la Juana pues, le mandé a la mierda y me fui a pandillar a la Abtao. Puta, ricas hembritas cuñao. Había una que tenía un topcito y me miraba así como medio interesada. Ya le había visto antes, cuando mi ex no era mi ex, sino la merfi. Pero no podía faltarle el respeto a ella en su cuadra pues. Pero ayer me las descobré. Tome un poco de greda y me fui a embarrarla. Cómo se retorcía la cojuda, cuando pasé mis manos por toda su cintura y hasta un poco más arriba. Ay no joven, me haces doler, pero bien que le gustaba. Después de sentir mis caricias ya no se quería despegar de mí la bandida. Me quería comer con su mirada, y yo soy hombre pues, no me voy a hacer el loco. ¿Tú si te haces el loco, di maricón? La agarré del brazo para pandillar y bailamos alrededor de la humisha. Mi ex estaba un poco saltona y hasta me dijo que no me fíe de ella porque es una putilla y esas cosas ¿pero eso qué importa? si yo quería llevármela a la cama y nada más. Además le dije que no tenía derecho a decirme nada. No me supiste valorar cuando estaba a tu lado ahora déjame ser feliz. Y así pues. Bailamos, tomamos, y cuando ya estaba bien borracha y se me tiraba encima le dije para irnos a otra parte, tú sabes. Primero me dijo que no, que su mamá se puede dar cuenta, pero mentira porque su vieja hace rato que estaba fuera de combate, acostada en una de las bancas del tambo. Anda pues, le dije. Nadie nos va a ver. Además no nos vamos a demorar mucho. Pucha cuñao después de decir eso nos reímos fuerte, porque ¿cómo le voy a decir que no nos vamos a demorar pues? ni que fuera eyaculador precoz. Y así pues, al final me dijo que ya, pero primero quería ir a comer. Pucha cana, dije, ya. La llevé en mi moto hasta el carrito sanguchero de la Grau, ése que está antes de llegar a la Plaza 28 y compré dos hamburguesas. Para llevar mi amor, porque recuerda que no tenemos mucho tiempo. Al toque arranqué hasta el hospedaje que está entrando por el Senati, ya sabes cuál. Ése donde dejaste tu calzoncillo una vez, cojudo, y tuviste que regresar faruco a tu casa. Y todo por tener vergüenza de decirle a tu hembra "mi amor, olvidé mi calzoncillo, ahorita regreso". Y era tu veintiúnico encima. El fiesterillo. Bueno pues, la llevé allí. Pagué y entramos al cuarto. Al toque se recostó en la cama y tomó el control de la tele. Puso cara de cansada. Parece que en su casa duerme en tarima no más porque se daba vueltas y vueltas probando la suavidad de las almohadas. Y yo hace rato que quería probarle otra cosa. Me acerqué, la comencé a besar y le saqué el topcito, luego la faldita. Ella se dejaba llevar, con los ojos cerrados. No se si de arrecha o de sueño, pero qué chucha. La dejé calatita, luego...

Los golpes en la puerta nos arrancan del ensueño. Guayabán corre a abrir, aún con los pliegues de su pantalón desarrugados. Rodríguez ingresa a la oficina.

- ¿Ya llegó el jefe? - pregunta, casi con miedo.

- Hace rato - respondo.

- ¿Y qué dijo?

- Que tienes que matar a tu vieja.

- ¿Cómo?

- Ya después te explicamos- interrumpe Guayabán- Aquí Meléndez está contándonos su experiencia calentona de ayer.

- No -dice Meléndez- mejor otro día les termino de contar. Hay que ponerse a trabajar.

- No seas así, pues, cuenta - suplicamos en coro.

- ¿Qué? ¿Estás contando tu vergüenza de ayer? - dice Rodríguez.

- No, digo, lo que pasó el otro día.

- ¿Cual vergüenza? -Repetimos Guayabán y yo.

- Ayer este cojudo me llama para ir al bar que está por el Gorel. Quería tomar porque se había peleado con la Juana dizque. No acabábamos ni media caja cuando empezó a llorar como una Magdalena. Llore que te llore por la Juana ésa. Que yo la amo, que es mi vida, que no me puede dejar, que si se va me voy a matar. Hecho un cojudazo, me tuve que quedar con él no más. Puta daba ganas de meterle golpe carajo. Y encima una chica se le acerca para armarle la charla, una rica hembrita, con topcito y faldita. Y el huevón le dice: no amiga, quiero estar solo. Estoy estoy enamorado de mi Juana. Pucha yo me quería matar, porque la hembrita estaba con su amiga, que también estaba buena. Se sentaron un ratito no más con nosotros y luego se fueron, cansadas de escuchar hablar de Juana, Juana, Juana. Estuvimos hasta las tres de la mañana porque no se quería levantar. Le tuve que llamar a la Juana ésa. Le quité el celular y le di el mio. Busqué su número. Le dije que venga porque estaba a punto de matarse. Ella vino casi a las tres, y se lo llevó arrastrándolo. Lo malo es que este cojudo se olvidó de devolverme el celular y por su culpa llegué tarde, carajo.

Cuando Rodríguez acabó, nuestras miradas buscaron a Meléndez, pero éste ya estaba sentado en su cubículo, fingiendo estar concentrado en los expedientes.

- Ya, ya. A trabajar, que hoy es lunes y hay mucho que hacer - replicó sin mirar.

Desanimados, no nos queda más que volver a nuestras importantísimas ocupaciones.

Lunes. Todos cansados. La pereza campea en el trabajo. Levanto mis ojos y miro el reloj. Las once. Aún quedan dos largas horas. ¿Quién será el próximo en aderezar la jornada? Guayabán se pone de pie. Parece que va a decir algo. Se acerca a Meléndez y en voz baja le dice:

- Bueno. La dejaste calatita... ¿y?


1 comentario:

  1. jajajajja!! pà mas boca tu pata, ayer de carnales, solo recibi una buena proporcion de agua con no se que diablos, pero que dejo manchado y mojado, estabamos filmando en el 11avo piso del edificio essalud, todos, de sueño, de hambre, cansados hasta el extremo, no habiamos dormido nada en la noche, de rato en rato, cada quien caia rendido por unos minutos y luego volvia en si!

    saludos

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